UN PASO MÁS CERCA DE LA “SINGULARIDAD”
Hay noticias que nos provocan la sensación de “deja vu”.
Un softtware de generación de lenguaje computacional por Inteligencia Artificial (IA, por sus siglas en inglés), el APT-3, desarrollado por Open AI, ha impresionado a sus propios diseñadores. John Carmack, histórico desarrollador de juegos y consultor en “Oculus VR” llegó a decir que verlo funcionar respondiendo a determinadas órdenes, le produjo un “ligero escalofrío”.
Los desarrollos en Inteligencia Artificial parecen dirigirse cada vez más rápidamente hacia la “Singularidad”, ese fenómeno que según Ray Kurzwail se alcanzaría y tomaría un ritmo exponencial dentro de aproximadamente diez años.
Se trata de un punto en el que la confluencia de todas las computadoras trabajando “en cadena”, vinculadas a Internet en tiempo real, superarían la capacidad de reflexión y decisión del propio género humano en su conjunto.
Hoy las vemos en condiciones no sólo de responder a órdenes sencillas. De su correcto funcionamiento dependen sistemas complejos que animan la vida humana moderna. Controlan fábricas, sostienen sistemas administrativos altamente sofisticados -como los de seguridad social, decisiones de inversión en las Bolsas, y hasta sistemas de seguridad nacional y seguridad pública-, articulan los horarios de ferrocarriles y aviones, sostienen la coordinación de los mega-sistemas de provisión energética, controlan los satélites y las comunicaciones, conducen las naves espaciales decidiendo en forma automatizada a las eventualidades corrigiendo errores y buscando cumplir su objetivo... y mucho más.
Hoy vemos que con la aplicación de la Inteligencia Artificial avanzan en una dirección ya prevista por escritores de Ciencia Ficción hace décadas, pero también por los científicos precursores de la computación: diseñar sus propios sistemas de control, es decir programarse a sí mismas.
La APT-3 es un paso en esa dirección. Puede cotejar los programas existentes para las funciones que se le indiquen, procesarlos, reescribirlos y mejorarlos. Y ponerlos en ejecución.
Hace un siglo, los primeros conductores de automóviles nos dejaron su imagen similar a la de los exploradores: con trajes especiales, botas, cascos y un maletín de herramientas siempre a mano, se aventuraban a las impresionantes velocidades de 40 km/h o más, alterando los nervios de muchos que pensaban que superar la velocidad de un caballo podría llegar a ser fatal para el género humano. Pero ellos lo hacían, aunque para lograrlo debieran conocer de mecánica, de electricidad, de física básica, y tener además ingenio para solucionar cualquier problema. Conducir un auto no era muy diferente a fabrirarlo y para hacerlo era imprescindible saber cómo funcionaba cada uno de sus sistemas.
Los automóviles fueron evolucionando. Con el tiempo no fue necesario “darle manija” para hacerlos arrancar, porque se les agregó el motor de arranque. No fue más necesario “avanzarlos” o “atrasarlos” manualmente, porque se les agregó el control automático de punto de encendido. No fue necesario más “cebarlos”, porque los carburadores se hicieron cada vez más automáticos. Y luego, el confort: ventilación, calefacción, radio, música ambiental, aire acondicionado, dirección asistida, cambios automáticos... y así hasta los equipados con GPS integrados, y la nueva generación que se está probando para los próximos años: los que se manejarán solos. El automóvil del futuro se parecerá caa vez más a un cómodo sillón de living, en el que la única órden humana deberá ser la dirección de llegada, y los sistemas decidirán, según las informaciones en tiempo real con que contarán, la mejor ruta, el tiempo de llegada y las alternativas ante eventuales problemas de tránsito.
¿Es parecido el proceso de la complejidad computacional? Hay algo de eso. Quienes tuvimos oportunidad de asistir -como consumidores- a la evolución de las computadoras personales y sus precursoras (Commodore 64 y similares) aún recordamos las primeras. Sin normas básicas de programación, no eran accesibles. “GO TO”, “LOAD”, “SCREAM”, “PRINT”, y otras órdenes elementales debían encadenarse en una secuencia perfecta para que al fin, pudiéramos escribir órdenes parecidas a “2+2” y automáticamente ¡oh maravilla! apareciera en la pantalla “4”. Para la vida diaria, no prestaban otro servicio que el de rudimentarios -aunque útiles- procesadores de textos.
No hace tanto tiempo de ésto, apenas cuatro décadas. En 1995 se abrió la Internet al gran público. Y comenzó la aceleración. Lenguaje http, buscadores, webs, seguridad, hasta llegar hasta las redes sociales, que literalmente cambiaron el mundo. Ya no hay conocimiento inaccesible, gracias a Google y sus competidores, no hay límite de mercados gracias a la publicidad on-line en todo el mundo, los secretos y la privacidad se reducen por la dinámica de la nueva comunicación pero también por hábitos sociales totalmente diferentes que llevan a exhibir la privacidad -cualquiera sea- con un dejo de orgullo adolescente. Y a considerar como una “rara avis” a quien no tenga una cuenta de Facebook, Tweeter, Instagram o las nuevas que van surgiendo.
No hace falta saber nada más que usar un teclado, y ni eso ante las nuevas formas de acceso verbalizadas, la traducción automática cada vez más pefecta de textos entre lenguas y la interpretación de voz.
La Inteligencia Artificial aplicada a los sistemas hace el resto. Las computadoras, en red y programándose a sí mismas, comienzan a asomar el rostro. Como a John Carmack, produce un ligero escalofrío, sabiendo -como sabemos- todo lo que controlan del mundo en que vivimos, y su gigantesco poder.
En esa línea, el sistema -en realidad, un sofisticado algoritmo- denominado APT-3, llamado “Similitud de Código Inferido por Máquina (MISIM)” fue creado por un grupo de trabajo de alto nivel integrado por investigadores de Intel, la Universidad de Pensilvania, el Instituto de Tecnología de Georgia y el legendario de Masachussets. Es “alimentado” por la gran cantidad de códigos existentes en la WEB que son de acceso libre, y recibiendo la instrucción de qué debe lograrse con un programa, investiga los existentes, los analiza, los procesa, los articula, los “limpia” y redacta el programa adecuado para el fin solicitado.
¿Que pasará cuando sea puesto totalmente a punto, y pase a formar parte de la oferta comercial? Pues, ni más ni menos, que lo que ocurrirá con los pasajeros de los automóviles del futuro inmediato: sólo deberán decirle al sistema qué quieren hacer, como los pasajeros deberán decirle al sistema del auto a dónde quieren ir.
De todo lo demás, se encarga el sistema.
Ni más ni menos que poner al alcance de todo el género humano, hasta de los analfabetos, la posibilidad de programar sin escribir ni una sola línea de “código fuente”.
Ricardo Lafferriere
Fuente de divulgación:
https://singularityhub.com/2020/06/18/openais-new-text-generator-writes-even-more-like-a-human/
Fuente científica: https://openai.com/blog/better-language-models/
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